20 de julio


Y eso es lo que hice, aunque el calor del infierno salmantino no cesó hasta las ocho y luego el viento se empeñaba en poner las cosas difíciles.
¡El sitio de acampada fue un éxito!



Absolutamente abandonado y sólo poblado por hormigas, algún mosquito, rapaces nocturnas y unas ovejas en el terreno adyacente. Eso sí, nada de perros asesinos, como el que me encontré con el último rebaño...
A la mañana siguiente seguía haciendo viento y parecía que seguiría todo el día así, pero no. «La caló» volvió justo en una de esas subidas preciosas de valles llenos de encinas y arbustos antes de llegar a Guarda.


La entrada a Portugal fue peculiar. Pregunté a un lugareño cómo llegar a Portugal sin pasar por la carretera nacional, llena de camiones letales, ávidos por cruzar la «frontiera». Se ve que el hombre me vio pintas de contrabandistas y me dijo el truco para ahorrarme la aduana: «cruzas las vías de la estación de Fuentes de Oñoro y ya estás en Vilar Formoso».


La etapa era la más dura y se notó, pero lo bueno es que la autovía va «paralela» a la carretera nacional (si obviamos los viaductos brutales a los que yo no podía optar), así que había muy poco tráfico.
«Para llegar a Guarda,
para llegar a Guarda
se necesita
una escalera larga.»
Sólo faltaba San Pedro al lado de la catedral, ¡menuda subidita! En su lugar había una terraza con una sombrilla y todo lo que me apeteciera comer (es decir, mucho). La verdad es que me supo mejor porque tuve que bajar cuando estaba casi en lo más alto porque perdí mi "cateye" amado que me mantenía informado del kilometraje y del ritmo que llevaba. No lo encontré y tuve que subir de nuevo mientras me repetía el mantra «lo material no es importante; sólo lo espiritual». Hoy no podría repetir la hazaña de la subida, palabra.




Mi encuentro y mi noche en casa de Francesco, sin palabras. Lujo, generosidad, inteligencia y un gusto exquisito para guitarras, perros, casas y novias. ¿Qué habría hecho yo para merecer aquello? ;.)




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