30 de julio

Hoy tuve que esperar desde las siete hasta las nueve menos cuarto a que se fuese la niebla que había nada más estaba amaneciendo. ¡Qué suerte que tenía mi cómoda camita!
Los kilómetros de hoy se han hecho con placer aunque al comienzo había mucha subida y el arcén no siempre era todo lo ancho que uno quisiera. Por momentos he tenido que irme a la cuneta; paradójicamente cuando había un carril más, un carril de aceleración, ya que entonces desaparecía el arcén. A pesar de que había mucho sitio (dos carriles), los coches y, en especial, los camiones tendían a no irse hacia la izquierda o cambiar de carril, lo que en ocasiones hacía que pasara un poco de miedo o que me tuviera que ir a la cuneta para salvar la vida. Esto ha sido totalmente verídico en un momento en el que estaban adelantando dos camiones.
Al margen de eso, he observado un gran grupo de cigüeñas en un pequeño estanque y un amable ciclista portugués se ha molestado en detallarme lo que me restaba de viaje hasta Lagoa. Después he debido parar porque me moría de sueño a las once y me he dado cuenta de que me he vuelto un poco adicto al café de la mañana. A la vuelta tendré que arreglar este tema...


Ahora ya estoy en Lagoa, en la playa de Carvoeiro. Me acabo de levantar de la siesta debajo de una tarima construida en comienzo de la arena de la playa, donde acaba el paseo. Me pregunto si será un buen lugar para dormir la noche. No tiene pinta de que en este lugar de guiris, urbanizaciones, "resorts" y restaurantes haya mucho quinqui o, al menos, no más quinqui que yo. Me parece que quiero descubrirlo, así que ya está casi decidido. Voy a ver si hay algún restaurante cerquita para cenar, que no me apetece ir al súper de nuevo. Investiguem...



Por cierto, me parece que el estilo poligonero-milanés de Cristiano Ronaldo triunfa este verano en Lagoa. También debo decir que he tenido la idea de quitar los pedales de la bici, como medida preventiva.

Al final le di una vuelta más a eso del lugar para acampar y encontré un lugar encantador y discretito para dejar la tienda y la bici. Menudo pedal me agarré por la noche. Además, literalmente , porque temiendo que alguien viera la bici (sobre un acantilado) y le dieran ganas de marcharse en ella (a pesar de los candados), le hubiera resultado muy difícil hacerlo con un solo pedal , además automático. ¿Medida de control innecesaria? Seguramente, pero cuando recién cruzó mi cabeza no me pareció tan mala y pensé que sería divertido "llevar un pedal encima" toda la noche.






Tras dejar todo preparado y ver atardecer como dios manda, les pregunté a unas viejecillas dónde podría encontrar un restaurante. Una era más avispada que la otra, ya que una de ellas me decía que eligiera cualquiera, que a unos metros tenía uno de comida india. La otra captó mi propósito al vuelo y me fui a tomar un bacalao "à marinheiro". Después me di una vuelta por el centro, cuyo ambiente de familia me recordó a mis vacaciones en Torrevieja: puestecitos, helados, gofres, retratistas, caricaturistas, pizzerías, niños... Justo donde comenzaba la playa había dos chicas cantando canciones en inglés. Estaban repasando temas como "La isla bonita" o éxitos de Abba. Menos mal que no me dio por acampar donde pensé en un principio, es decir, bajo el escenario donde las hermanas Caracois repasarían su terrible repertorio con sus voces de monja. Por cierto, huelga decir que sus voces eran los únicos instrumentos, a ver si os vais a pensar que había toda una orquesta de verbena ahí arriba, ¡qué más quisieran!
Los hermanos poligoneros tenían una coreografía para "Mamma mia" y fue la gota que colmó el vaso para decidir que no debía pasar ni un minuto mais en aquel lugar y que las estrellas, el mar y las señoras gaviotas me esperaban para dormir. Eso sí, la verdad es que el bailecito atrae-guiris de los hermanos pinzones era divertido.





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