28 de julio


Lo de la rodilla fue curioso, porque me dolió al comienzo pero a los 30 km dejó de dolerme. Ese día volví a regular las calas de las zapatillas porque sospechaba que el dolor venía de ahí y parece que la rodilla comienza a mejorar. Veremos al día siguiente... ¡Ya sólo quedan tres días!
Por cierto, no lo dije pero ayer una de las mejores cosas que vi en "Elvas la Pelvas" fue el camión de los helados. Entró en el pueblo haciendo sonar una música que era como la melodía del primer teléfono móvil del mundo: terrible, graciosísima, ¡y se oía a la legua!
El viaje de hoy fue muy agradable hasta Estremoz porque no hacía calor. A las 10.30 salí de Estremoz, donde tomé el almuerzo y vi pasar un coche fúnebre detrás del cura y el resto del pueblo detrás, a la antigua usanza.
Lo primero que he hecho al llegar a Elvas ha sido una comidita de restos de súper y una siestecilla en un parque, que saben a gloria.


En teoría las etapas que restan son más fáciles que las de hoy aunque igual de largas (unos 80 km), así que ahora, a 3721 °C en una terraza con una "garrafa" de 1,5 l estoy decidiendo si cuando anochezca duermo en el camping (antes debo de encontrarlo) o si pedaleo y me voy acercando hacia el sur y acampo en donde pueda. Veremos, por ahora dejo el boli y voy a procurarme quehaceres. Como, por ejemplo, sorprenderme de que me den un café exquisito por sólo 60 céntimos de euro.

Aparte de eso, poco más se puede hacer ya que el calor se multiplicó por ene más uno. El camping de Évora tenía piscina, pero costaba diez euros y me pareció un robo por una ducha y un eucalipto bajo el que poner una tienda.
Entonces decidí avanzar camino para el día siguiente, para que la etapa del sábado se convierta en un paseo, como en el Tour de Francia. Sólo había un problema, "la calor" infernal de nuevo. Me metí en el primer centro comercial que vi, compré el periódico, hablé por teléfono, me tomé un "folhado misto" con un Lipton, leí el periódico y pasada una hora y media aproximadamente, comenzó a soplar el viento. Eso me animó a salir y no paré de darle al pedal hasta que no se puso el sol y acampé en mitad de una nacional, en un huequinho protegido por árboles, vallas y unas barreritas de hormigón. La acampada más marrana del viaje, sin duda. Pero con eucaliptos también, como en el camping.



No hay comentarios:

Publicar un comentario